martes, 25 de septiembre de 2007

Los Narcizos

Año 1980, Juan Carlos Correa y Mario León se convierten con apenas 5 años de edad, primero en vecinos, luego en compañeros de colegio, y más tarde, tras una memorable y violenta mocha colegial, en amigos inseparables.

Pese a compartir las mismas calles, camaradas, juegos y melodías, no fue sino hasta 1989, en pleno ocaso de la dictadura, que el par comenzó a urdir el plan maestro; hacerse músicos.

La Facultad de Artes de la Universidad de Chile admitió ese año a Mario, que por entonces soñaba con ser un gran oboísta salido de la Casa de Bello. Por supuesto el futuro bajista no contó con la astucia de que Juan Carlos, al año siguiente se matricularía en guitarra clásica.

Al estudiar música, ambos coincidieron en el tercero medio de 1992 del Instituto de Estudios Secundario de la Universidad de Chile, ISUCH. Comenzaba entonces una sociedad musical que se extiende hasta hoy.

Mario: “Cuando entró el Carlos a la Facultad y al ISUCH, empezamos a hacer un montón de huevadas. Me acuerdo de una vez que le tiramos una bolsa llena de agua desde un cuarto piso a un viejo que iba pasando bien “terneado” por pleno centro. Nos partimos de la risa bajando por la escalera, porque creímos que nadie nos había visto, pero igual la verdad se filtró por unos hocicones, y terminaron suspendiéndonos a ambos hasta fin de año. Tuvimos que dar exámenes libres.

Nuestros primeros espectáculos fueron dúos de guitarra con charango, o guitarra con cuatro venezolano. En esos años, era raro ver a dos pendejos tocando folclor. La gente disfrutaba harto con nosotros, y esos temas eran además súper buenos. Tocábamos “Mis llamitas”, “Rosita de pica”, “El sombrero de Sao”, La madre del cordero”, temas de Jorge Yánez y Los Moros, Quelentaro….puro filete”.

Juan Carlos: “En esa época era todo bastante improvisado, pero, -hablándole a Mario- acuérdate que antes de irnos al folclor, tocamos tres veces en una banda de podríamos decir… ¿rock? Bueno, la primera vez fue como invitados “estrellas” en una graduación de cuartos medios. Fue tan rasca el concierto, que los cinco temas que componían todo nuestro repertorio los ensayamos sólo 10 minutos antes de subir a escenario. De hecho ese mismo día me presentaron al resto de la banda. Era la primera vez que yo tomaba una guitarra eléctrica en mi vida, y según lo que me contaste después –mira a Mario otra vez-, también era tu debut en público con un bajo, que a propósito te habían prestado para la ocasión y tenía forma de “V”, o sea, era estilo heavy metal, ¡na´ que ver! Nos pagaron creo como 40 lucas, 10 a cada integrante del grupo. Una banda con guitarras eléctrica, bajo y batería en una ceremonia de graduación, ¡chancho en misa!”.

Tras levantar velas Mario, e ir a estudiar periodismo a la Universidad de la Serena, y Juan Carlos inscribirse para aprender todos los secretos en cocina internacional, la música quedó relegada sólo a fiestas familiares, macanudas reuniones con amigos, o alguno que otro viaje de descanso. La historia sufría un pequeño Interruptus Contranatura hasta que el nuevo milenio trajo el nacimiento de “Los Narcizos”.

Juan Carlos: “Mientras Mario estaba en La Serena y todo eso, yo vivía en Limache y trabajaba para una empresa de comida para mascotas. Cuando coincidíamos en Santiago, íbamos siempre al Bío-Bío a comprar “la buena cassette” de héroes del blues de los años 30, 40, y 50. Ahí, nos propusimos empezar a tocar informalmente ese estilo, pero nos faltaba un baterista. De manera que después de un carrete en un bar donde había uno tocando, le preguntamos si conocía a un colega para hablar con él, pero nos dijo que pensaba retirarse de ese grupo, y que le interesaba trabajar con nosotros. La cosa con él no cuajó, y terminó siendo un verdadero tanque a pedales el socio, así que empezamos a buscar reemplazante.”

Mario: Ya teníamos escuela de años tocando con guitarras “de palo”, y aprovechando que yo preparaba el seminario de título en La Serena y no tenía clases regulares, decidimos tocar los fines de semana. Todos los viernes y domingo, yo hacía el periplo La Serena – Santiago, y Santiago- La Serena. Eran casi 1.000 kilómetros semanales, pero la cosa era venir y tocar, o sea, las ganas podían más que el cansancio. Al principio encontramos bateristas, pero había poca onda, algunos querían ensayar cuando se les paraba el “quetejedi”, o bien llegaban con cara de culo al pub, y para nosotros, ¡puta!, tocar era “la” razón para estar felices y cagados de la risa, incluso hasta ahora lo sigue siendo. Sabíamos que necesitábamos un músico más, pero no un compadre amargado queriendo pasar por inteligente y profundo. De manera que buscamos con pinzas hasta encontrar al indicado.

El elegido fue Alejandro Ramírez Álamo, quien tras ver el aviso en un diario, decidió probar suerte. En la audición realizada un frío domingo de abril, la química fluyó desde el principio. Alej se quedaba y la formación estaba completa. Trabajando hasta altas horas de la madrugada todos los viernes y sábados, Los Narcizos recreaban lo mejor de la típica y “nunca” repetida tanda de canciones de grupo de pub: (Soda Stereo, Creedence, Los Prisioneros, G.I.T, The Beatles, y otros tantos). Uno que otro blues hacía que el alma les volviera al cuerpo.

Mario: “Me acuerdo que en ese tiempo pasábamos a comer un sanguchito como a las 5 de la mañana, a un carrito que quedaba como en el paradero 35 de Gran Avenida. Quedábamos tan cansados después de tocar más de 3 horas seguidas, que lo único que nos revivía era un churrasco o lomito Luco, o según el presupuesto, una chorrillana en el “J. Cruz” de calle Rancagua, ¡rico!”.

Juan Carlos: “Teníamos una especie de productora o manager, la Soledad. Nos encontraba pega y nos repartíamos con ella el billete. Nuestra vida era; de lunes a jueves cada uno en su mundo, y el fin de semana viajar y tocar. Cuando no trabajé más en la Quinta Región y me puse a estudiar, a veces me quedaba en Santiago hasta el martes o miércoles en la casa de Mario o de la Sole, ensayando, buscando repertorio o viendo oportunidades para tocar en otras partes. Cada viernes y sábado trabajábamos en bares, donde tirábamos harto la talla, y al acabar la tanda de temas, a veces nos íbamos a una disco a ver bailar a la gallada. Llegamos a tener como 200 canciones en nuestro repertorio. Pero, ahora que me acuerdo, al principio hubo un problema contigo –se dirige a Alejandro-, las primeras semanas yo encontraba desganado a mi compadre. Hablamos seriamente, me dijo que eran puros rollos míos, aclaramos todo y desde esa noche nos hicimos yuntas”.

Alejandro: “Siempre he sido medio serio, por eso Juane me tiene que haber encontrado pesado al principio, pero después de hablar, todo anduvo bien. Hacía tiempo que yo no tocaba covers con un grupo, de modo que luego de leer en el diario el aviso sobre una banda que necesitaba baterista, y como yo buscaba una entrada extra de plata, fui a la audición un domingo. Tocamos “Cocaine” de Eric Clapton, “Something” de George Harrison y listo. El lunes me llamaron para confirmar, me dieron unos 25 temas grabados, y me dijeron que nos juntaríamos el sábado siguiente a las 8 de la noche a ensayar con todo aprendido. Así es que nos encontramos apenas 3 horas antes de la presentación en una sala arrendada, y de ahí directo a tocar y “Tirar toda la carne a la parrilla”. Afortunadamente salimos bien parados.

Luego de 2 años de “duro” trasnoche, Juan Carlos decide embarcarse por el mundo y se va de Chile. Mario y Alejandro prueban a otros guitarristas con el fin de seguir el asunto, pero pasó casi nada.

Alejandro: “Luego de tocar por última vez, vimos la final entre Brasil y Alemania. Después me fueron a dejar como a las 7 de la mañana a mi casa, que queda cerca de Plaza Italia. Íbamos muertos de frío, y cuando pasamos cerca del Parque Forestal vimos a cientos de personas desnudas saltando eufóricas. Hacía un friazo horrible, pero ese telón de fondo hizo de esa, una fecha inolvidable. Imagínate, se terminaban Los Narcizos, fue justo la mañana de la final del mundial de 2002, y más encima Tunick fotografiando a los piluchos en el Parque Forestal, ¡Enorme efeméride!

En ese tiempo yo tenía ciertas prioridades que no encajaban con la idea de seguir tocando música ajena en bares. Me puse a estudiar pedagogía, y pese a que junto a Mario tratamos que la cosa resultara, no estaba ni el tiempo, ni tantas ganas, ni por supuesto Juan Carlos. Eso sí, con Mario nos juntábamos siempre, el contacto y el afecto siempre estuvieron presentes entre nosotros. Cuando venía Juan Carlos también nos reuníamos con él”.

Mario: “Claro, solos con Alej la cosa no caminó, tocamos en un evento a beneficio con otro guitarrista, pero nos presentamos como “Los Narcis”, bien penca el nombre, pero como nos faltaba la guitarra de Juane, y estaba un poquito lejos para que viniera los fines de semana, más precisamente en Canadá, decidimos parar”.

Juan Carlos: “Al viajar me llevé lindos recuerdos, pero cuando venía a Chile no me daban ni ganas de volver a tocar. Pero antes de ir a mi último viaje, fui a ver a Mario y nos prometimos equiparnos de nuevo. Cuando regresé, este huevón lo había hecho, así es que no me quedó otra; compré un ampli y un pedal nuevos, desempolvé mi guitarra y comenzamos a ensayar como que no quiere la cosa, muy de a poco Pero antes, -Mirando a Mario y Alejandro- ¿No tocamos en Olmué una vez?”.

Claro, con Los Narcizos terminados, en 2005 solamente una esporádica presentación en Olmué logra revivir aunque por breves momentos al trío.

Juan Carlos: “Ya me acordé. Una noche de octubre, con mucho frío y con el gran Michea “perillándonos a lo profesional”, tocamos en Olmué. Sonamos demasiado fuerte, porque a la media hora llegaron los pacos, y tuvimos que parar. Igual hicimos un asado, y ese fue el reencuentro ideal después de años sin tirar las manos, porque la última vez que lo habíamos hecho nos habíamos quedado con gusto a poco.

Mario: Estuvo impecable la tocata, buena carne, ambiente campestre, todo “pichi caluga”. Y eso que casi no ensayamos. Fue súper familiar. ¡Grande Michea!

Comenzando 2006, Juan Carlos y Mario estaban empecinados en grabar un disco, pero para ello faltaba el ritmo de Alej, quien en ese momento se encontraba ocupadísimo con sus quehaceres docentes, y otras obligaciones musicales. Temiendo que Ramírez no pudiera por falta de tiempo integrarse al proyecto, ni siquiera le preguntaron si quería volver a tocar con ellos, haciéndolo finalmente con otros percusionistas. Sin embargo, la ausencia de Alej se hacía sentir.

Un caluroso día de verano, en la cima del cerro San Cristóbal, tomándonos un rico vaso de mote con huesillos, le preguntamos a Alej ¿Upa?... y él nos dijo chalupa de una. El resto como quien dice, es historia”.

Alejandro: “Un día que caían los patos asados, Mario y Juane me invitaron a tomar una “agüita” al Cerro San Cristóbal, que a propósito queda al lado de mi casa. Me conversaron del proyecto, y me dijeron que sabían que yo estaba ocupado con otros asuntos, y por ende, no habían querido preguntarme antes, creyendo que les iba a decir que sí solamente por nuestra amistad. Pero yo echaba de menos tocar con Los Narcizos y sabía que las canciones estaban buenas. Así que estuvo impecable la vuelta del grupo”.

A fines de 2007 comienzan la grabación de su primer disco, “Causeo”.

Mario: “Siempre estuvo la idea, al menos por parte mía de tocar nuevamente. Pese a que el bajo lo dejé botado hartos meses, me atreví incluso a tocar en una banda tributo, pero, la verdad es que nunca fue mi idea dedicarme a imitador, de manera que casi llegando a los 30 años, pensamos con el Carlos que no era malo volver a intentarlo, pero con dignidad, es decir, haciendo temas propios, buenos o malos, pero propios. Así, comenzamos a componer las canciones del disco, que al principio fueron más de 20, pero de las cuales tuvimos que elegir solamente 12. La falta de billete nos obligó a renunciar a hacer un álbum doble, pero al final, quedamos aperados de temas para más adelante”.